domingo, 15 de noviembre de 2009

Seis meses después

Iba caminando cuando de pronto siento que alguien me sigue. En ese momento no le doy mucha importancia porque lo único que deseo es llegar a casa. Veintiocho de noviembre. Una noche muy fría. La calle está desierta. Observo cómo un niño está sentado en un banco. Es extraño. Me detengo. Le pregunto que por qué está ahí solo. Dice que espera a que su padre salga del edificio que hay frente a nosotros. Le aconsejo que al menos se ponga debajo del portal. Comenta que no, que su padre le ha dicho que no se mueva de ahí. Cinco minutos después el niño continúa allí. Pienso en llamar a la policía pero en ese instante aparece un señor con cuarenta kilos de peso sobrante, calvo y que huele igual que el agua estancada durante semanas. Con un tono de voz alto le dice al niño que se vaya con él. Me quedo preocupado. Aún así poco puedo hacer. Continúo mi camino. Otra vez noto que alguien me sigue. Ya solo quedan dos calles para llegar a casa. Observo la luna. Puedo ver sus ojos tristes, su nariz achatada, su boca apagada y su mirada perdida. Parece decepcionada. Yo, sin embargo, esa noche estoy feliz. Regreso de la fiesta que mi amigo Pablo ha dado en su casa. Es la primera salida que hago en mucho tiempo junto con la que hasta no hace tanto había sido mi gente. Durante los seis meses anteriores decidí cambiar de aires. Otra ciudad, otra gente, otras ilusiones, otra vida… Han pasado unos ciento ochenta días desde la visita de Rubén a casa. Atrás queda un verano diferente, y un otoño que da sus últimas caídas de hojas. Hace apenas tres días que he recibido unos nuevos análisis que confirman lo que Rubén tanto insistió. No tengo VIH. Aún así, la visita al médico echa seis meses atrás me tranquilizó mucho. El verano ha transcurrido en Ibiza. Aproveché para buscar trabajo en una discoteca de allí. Llegué con ilusión porque todo era nuevo, la gente, el lugar... En esos casi tres meses conocí a buena gente, y poco a poco fui aceptando y siendo consciente de que Rubén no fue una casualidad, que simplemente durante años había vivido engañándome a mi mismo y que no había sido consciente antes de ello simplemente porque eran las apariencias lo que más me importaba. A pesar de estar con otros chicos, Rubén siempre siguió presente en mi mente. Cada noche, antes de dormir, observaba la luna, cerraba los ojos y durante unos minutos recordaba el rostro de Rubén. De esa forma nunca se me olvidaría y podría llevarlo siempre conmigo. Cuando el verano acabó me ofrecieron seguir unos dos meses más. Pasa ese tiempo y vuelvo a mi ciudad. Durante la temporada en Ibiza decidí olvidarme de casi todos. Mi único contacto fue con mis padres, y con amigos de verdad como Pablo. Por eso cuando llegué de vuelta y Pablo me invitó a la fiesta que organizaba sentía la obligación moral de ir ya que él había estado ahí en mis peores momentos. Ya solo queda atravesar la calle y estaré frente a mi casa. Saco las llaves. Hace tanto frío que me cuesta introducir la llave. Oigo unos pasos pero estoy tan concentrado en meter la llave que no le presto atención. ¿Necesitas que te ayude? -oigo que me dicen- CONTINUARÁ

2 comentarios:

  1. Rubén??? Es Rubén????
    Eres lo peor...siempre cortas en lo mejor..jeje

    ResponderEliminar
  2. estoy de acuerdo con el chico del comentario anterior siempre nos dejas en lo mjor jejej.
    yo creo que quien viene por detras es la ex.
    espero k no tardes mucho en publicar algo nuevo estamso esperandolo con ansias jejej bsss

    ResponderEliminar