viernes, 13 de noviembre de 2009

El secreto de Rubén

Rubén parece preocupado, inquieto, nervioso. Lleva barba de una semana. Su rostro está cansado, como si hubieran pasado tres años en vez de poco más veinte días. Aún así conserva la mirada de aquella noche. Tengo ganas de abrazarle, pero consigo mantenerme frío y distante. Es él quien se acerca a mí. “Hay algo que no sabes. Desde que estuvimos juntos no he podido de dejar de pensar en un tema que me preocupa y mucho. Te dije que estaba pasando por uno de los peores momentos de mi vida. Hace tres meses me diagnosticaron de VIH. En ese instante el mundo se vino abajo. He tenido que ver cómo parte de mi familia y a algunos que consideraba amigos me han dado la espalda. Mi vida ya no es la misma y yo he cambiado mucho. Durante estos días he pensado mucho en ti, y en lo especial que me pareciste, pero temo que no sepas aceptar mi situación”.
En ese instante reaccioné agresivamente. Lo primero que pensé es que me había engañado y que, seguramente me habría contagiado a mí también. Eso era lo que más me preocupaba. Él me dijo que entre nosotros no había habido sexo de riesgo y que el VIH a través de besos no se contagiaba siempre y cuando no existiera contacto de sangre de nuestras bocas por heridas o encías sangrantes. Yo apenas escuchaba lo que él me decía. Quizás fui muy duro con él. Le grité que “me había arruinado la vida en muchos sentidos, que no volviera a aparecer en su puta vida”. Él intentó hacerme entender que era casi imposible que yo hubiera sido contagiado. En la discusión me vine abajo. Comencé a llorar como un niño pequeño al que le quitan su juguete preferido. Era tanta la rabia y la impotencia que sentía por la velocidad de los acontecimientos que no sabía qué sería lo siguiente que me sucedería. Rubén me intentó consolar y yo apenas tenía fuerzas para seguir peleando, así que le abracé. A pesar de lo mal que me sentía y de que creer que Rubén me la había jugado, junto a él el mundo se paraba. Su olor corporal, a pesar de su aspecto desmejorado, era agradable e intenso, tanto que notaba cómo si penetrara por mi piel y nos uniera de tal forma que ni el mayor de los terremotos pudiera separarnos.
Le dije que necesitaba un tiempo para estructurar mi vida, para aclarar mis ideas, para saber si tenía el VIH o no, en fin, para acostumbrarme a la nueva vida que sin quererlo estaba comenzando a vivir.
Pasaron seis meses. Iba caminado cuando… CONTINUARÁ

3 comentarios:

  1. una preguntita guapeton ¿¿cada cuanto publicas?? es para estar al tanto para no perderme nada de lo que escribes, lo hace smuy bien un saludo

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  2. Ya me dejas otra vez con la intriga..jajaja... Qué cabrón!
    Por cierto... el tema del VIH es importante pero, siempre y cuando haya protección, se puede tener una relación completamente normal.. Vaya reacción tuviste..

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